7 de diciembre de 2010

CICLISMO – Hace siete años dijimos adiós al ‘Chava’ Jiménez

Ayer se cumplieron siete años de la desaparición de José María Jiménez Sastre ‘Chava’, el más carismático de los ciclistas de su generación y el último gran escalador del pelotón español. El barraqueño no dejaba a nadie indiferente en el mundo del ciclismo. Tenía sus admiradores y sus detractores, los unos y los otros con opiniones extremas. Genial, rebelde y espectacular, de modo que no dejaba a nadie indiferente.

Su carrera comenzó en la escuadra del Banesto navarro, de cuyo equipo aficionado pasó al profesional tras ganar el prestigioso Circuito Montañés. Era el año 1993 cuando debutaba en la élite ciclista y ya entonces toda España pudo intuir que estábamos ante un fenómeno en la montaña. Dos años más tarde, ‘Chava’ fue el que hizo el trabajo sucio para que Miguel Indurain, compañero de filas, ganase el campeonato del mundo de fondo en carretera. La campaña siguiente vencía en la Subida a Urkiola, después de haber brillado con luz propia en la Vuelta a España, la de la retirada de Indurain, aunque no pudo obtener el premio de alguna victoria.


1997 fue el año de su consagración al proclamarse campeón de España y llevarse el premio de la montaña de la Vuelta, recompensa que obtendría en cuatro ocasiones. En 1998 puso patas arriba la ronda española ganando cuatro etapas y quedando en el tercer puesto en la clasificación general final, con polémica incluida con su compañero de equipo Abraham Olano, que era el jefe de filas y para el que tuvo que trabajar en el Tour de ese año, no sin antes haberle atacado en la ronda española cuando el vasco era líder.

En campañas siguientes se recuerda su triunfo en el mítico e inédito puerto del Angliru, en la Clásica de los Alpes, en el Mont Ventoux en la Dauphine Liberé, la Volta a Catalunya, quedándose a las puertas de la victoria en etapas del Tour de Francia donde fue segundo y tercero. En su última temporada en el ciclismo, en 2001, venció en tres etapas de la Vuelta a España, una de ellas contra el crono, su especialidad más floja sobre la bicicleta.

No pudo ganar nunca una gran vuelta por etapas. Su condición de escalador se lo impidió pese a que su físico era más propio de un rodador. Hombre de días de rosas y noches de juergas, el último mohicano sobre las ruedas que ha hecho levantar de sus asientos a los aficionados cuando en las ascensiones realizaba una de sus potentes arrancadas. El ciclista más carismático de los últimos años. Un corredor exagerado, capaz de hundirse en la miseria tras haber protagonizado una gran hazaña.

Un intelectual del pelotón español, Pedro Horrillo, escribió estos versos cuando venció en la cronoescalada andorrana de Ordino-Arcalís.

Eres tú chabacano
Cual ave fénix errante
Mas no androide sino humano
renace de cenizas ardientes
el Chava, sí, yo, chabacano.
Me enterraréis bajo un foso
Me mandaréis a galeras
criticaréis mil veces mi estampa
mientras la espalda tuerza.
Pero esperad, impaciente,
ilusos, esperad a que alce la mano
entonces vendréis a aplaudirme.
Miradlo, diréis, es él,
chabacano.

Os conozco demasiado, bandidos,
pero no sois vosotros mi mal,
son las piernas, mi sangre,
mis latidos, mis armas, mi querido arsenal
quienes sufren, quienes (si
quieren o no) hacen camino
pero no hay rival, Jiménez.
no pienses, no es nadie,
ni siquiera tu cuñado,
tu único rival eres tú,
Chabacano.

Y subiendo por las laderas,
excitando tu ego,
conjurando el mal,
buscarás tardes de gloria,
días de nunca olvidar
pero encontrarás pozos oscuros,
luces que no verás jamás.
Y te dirás con aire cansado:
hoy no eras tú, chabacano.

Más llegan vientos alpinos
que levantan cenizas al vuelo
y bajo ellas brasas, rescoldos que soplas,
se alza llama al cielo
y besas con rabia tu mano:
hoy si eras tú, chabacano.



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