Pablo Lastras solo ha conocido un equipo durante 21 años, una rara avis dentro del deporte profesional
Pablo Lastras |
ABC / Pablo Lastras ha renovado por el Movistar. El primer pronóstico de este titular no alcanzaría para un breve en un periódico de información general. El asunto cambia cuando se analiza la trayectoria de esta rara avis del deporte profesional. El ciclista madrileño lleva 21 años en el mismo equipo (el antiguo Banesto de Induráin), con el mismo jefe (Eusebio Unzué) y con los hábitos cautelosos y tradicionales que siempre han distinguido a la casa madre navarra. Vocablos en desuso como lealtad, fidelidad, amor a unos colores o compromiso sirven para descifrar a un ciclista potente, que sigue ofreciendo rendimiento y que ha ganado etapas en el Tour, el Giro y la Vuelta.
En 1997, cuando Lastras debutó y ganó en el Memorial Galera (una prueba desaparecida), no existía internet, los móviles eran material de uso exclusivo y Zidane ni siquiera era campeón del mundo. «Tal vez por eso no tengo whatsapp -bromea el ciclista nacido en San Martín de Valdeiglesias-. Si quieres hablarme, tienes que escuchar mi voz».
Lastras no habla con añoranza ni en plan abuelo cebolleta. Se rige por otros modos. «Renuevo porque valgo y soy útil, no por veteranía o costumbre. Y sigo en el mismo equipo por educación, valores o llámalo cultura. Todo lo que soy se lo debo a esta casa. Nunca pensé llegar tan lejos. Y estamos en paz en la balanza».
Solo una vez en estos 21 años -tres en el equipo amateur, 18 en la red profesional-, sintió la llamada del vil metal como una tentación ineludible. Giancarlo Ferretti, el viejo zorro italiano, le doblaba el sueldo en el Fassa Bortolo. Había conquistado un triunfo sonoro en la media montaña en Francia y había completado su colección Tour, Giro y Vuelta. «Me dijo que me pusiera yo mismo el sueldo en un contrato en blanco y no lo hice. Pensé que ese día se acababa mi carrera».
Algo de eso sucedió con Aitor González, ganador de la Vuelta a España 2002, fichaje estrella del Fassa Bortolo y hoy doblegado por la vida fácil. Lastras no quiso ser como muchos ciclistas con los que hoy comparte carretera. «Los jóvenes quieren ir demasiado rápido, conseguir grandes contratos en dos bocados. Quieren tener el coche de Contador y el sueldo de Froome. Pero no ven cómo ellos se cuidan, van a pilates, se privan de las salidas nocturnas o siguen una nutrición a rajatabla. Por eso son campeones».
Tampoco ven símbolos en los que dignificar su trabajo. Corredores a la antigua que utilizan la inteligencia para encontrar su sitio en el pelotón -«ese fue el mejor consejo que me dio Chava», dice Lastras- para perdurar como profesionales. «Hay que trabajar duro y tener paciencia. La constancia te lleva a todos los sitios. Eso y el amor por tu profesión. No me cuesta cuidarme. Me gusta entrenar y quiero seguir sufriendo en la bici».
En 21 años Lastras ha vivido la mutación de un deporte. El dopaje arrebató a los héroes y los llevó al fango. Hoy el ciclismo renace poco a poco de sus cenizas sin escándalos a la vista. «El ciclismo está hoy sano -cuenta el madrileño-. Ya hemos pagado los errores del pasado. Hay que confiar y, como siempre, dejar que el tiempo te ponga en tu lugar».
De Induráin a Nairo Quintana, Lastras ha vivido otra transformación, menos visible. «El ciclismo era antes más familiar y ahora es más comercial. Ni mejor ni peor. Distinto. Antes teníamos un preparador para 20 corredores y ahora hay uno para cada tres. Entre eso, la tecnología, la evolución de las bicis, los nutricionistas y demás, se sigue circulando muy rápido. No es por el dopaje».
Lleva el cuerpo cosido con orgullo: 28 huesos rotos y 8 operaciones como heridas de guerra. «Eso es porque nunca he sido conformista. Me ha gustado pelear y ponerme las pilas cada año. Si no, te comen en el pelotón. Me he adaptado a los tiempos del ciclismo y nunca me he engañado a mí mismo. Sé que ya no estoy para ir en el grupo de Valverde o Nairo. Pero hay un calendario alternativo que requiere alguna cabeza que piense. Me gusta ordenar al equipo, enseñar a los jóvenes. Y ahí puedo sacar provecho».
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